Por
tanto, es tiempo de imitar a un gran hombre, como el apóstol Pablo y buscar
esas ramitas que cambien el frío en pasión por Dios. El Espíritu Santo es
nuestro refugio y el lugar donde estaremos siempre seguros. Dios es quien nos
limpia y perdona de todo pecado ayudándonos a cambiar.
Es por eso que debemos
cuidar diariamente nuestra relación con el Señor y alejar todo pensamiento de
derrota o del pasado que quiera frenar nuestro destino de bendición.
Recordemos
que las claves para mantener encendido el fuego de Dios son la desesperación
por su presencia, la adoración sincera, la alabanza y el ser conscientes y
agradecidos por la obra redentora de Cristo. ¡Dios quiere mover las aguas de tu
corazón para que se transforme en un manantial de bendición!
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ME SEGUE, NO CAMINHO EU TE EXPLICO...