Reflexión

Por Ge Polcher

3 de março de 2014 às 22:55

Cada quien en su rumbo, en búsqueda de aquello que desea más, ve en la sucesión de tiempos y espacios un sin fin de vivencias que tal vez fueron o no relevantes para uno. Por mi cuenta considero que esa película, conformada cuadro tras cuadro de imágenes inconclusas, es análogo, simíl o idéntico al pasillo de un museo de nuestro propio cuerpo. Un reflejo claro que se encuentra allí inmóvil para ser observado por uno mismo con intensiones de crítica y resolución.

Todo suceso segrega de sí mismo un enunciado que sólo puede ser pronunciado por nuestros propios labios, escrito por nuestras manos, o comprendido por nuestras costumbres.

Con el tiempo uno, acostumbrado a ver siempre la solución cuando se es ya muy tarde para cambiar el hecho, llega a decir en palabras de sí mismo aquello que nos dará permiso a dar un paso más en el camino. Con esto quiero decir que la memoria no nos será de utilidad si jamás aprendemos a leerla. Los recuerdos no son recuerdos, son enseñanzas que nos han dado otros a través de sus acciónes.
La memoria de otros es la virtud de uno mismo...

Al momento de escribir esto he considerado que tal vez muchos queden descontentos o en desacuerdo con la resolución que les he dado. No objetaré contra ellos.

He aquí entonces mi vida, mi memoria escrita, mi reflexión, donde adjunto a ella frases de quienes me han dado en qué pensar. Doy entonces un paso y digo con franqueza que nadie es alguien quien no se halle repetido. Que negar a otros su realidad por incapacidad de uno a ser o creerlos así, es de necios e ignorantes.

A su vez, haber amado, haber sido, haber sentido...nunca ha sido alguien quien nos lo ha dado, sino es algo que todos pueden poseer al igual que otros.

Finalmente me encuentro aquí frente al último cuadro de este pasillo.  Sé muy bien que vendran más. Sé que volveré a caminar este largo trecho, que me hallaré frente a nuevos enunciados y nuevas reflexiones, pero lo que importa ahora es que puedo leer con mis propios labios estas palabras que alguna vez me terminaron angustiando.

Me inclino, me acerco y comento, al público que estará leyendo, el último de mis cuadros:
"No puedo perseguirlo. No es mío de tener. Fue algo que me enseñó que hay cosas que solamente pasan una vez y uno debe apreciarlas y dejarse inundar por esa alegría cada vez que las piensa. Aunque no se repitan".

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